
A mediados de abril, el presidente Donald Trump se sentó en el Despacho Oval con el presidente Nayib Bukele de El Salvador para celebrar una nueva alianza. Habían llegado recientemente a un acuerdo extraordinario por el cual El Salvador aceptaba encarcelar en una prisión de máxima seguridad a cientos de inmigrantes venezolanos que la Administración Trump había catalogado como criminales violentos, aunque pocos habían sido condenados por tal tipo de crímenes. Estados Unidos también mandó de vuelta a migrantes acusados de ser miembros de la notoria pandilla salvadoreña MS-13, que tanto Estados Unidos como El Salvador han designado como una organización terrorista.
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