
Como si con 16 escenarios no bastase, el público del Primavera Sound ha de mantenerse atento para que en esta cornucopia de constantes estímulos de todo tipo ninguno pase desapercibido. Puede ser agotador, en especial cuando bajo el sol todo parece costar un poco más. Algunos estímulos son publicitados convenientemente, como por ejemplo el restaurante Piticlín que ya funciona en el recinto, donde dar cuenta de un buey de mar con crema de aguacate perfecto para luego dejarse avasallar por un concierto de post-punk. Sigue faltando el bocadillo de chorizo, pero está claro que es un producto viejuno, como el bacalao rebozado o el simple fuet, que hasta igual triunfaban entre los extranjeros. Los tiempos.
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