
La inercia de nuestra política es perderse en el laberinto español de siempre porque lo más cómodo, y lo más estéril, es seguir dándose golpes contra la misma pared para no tener que pensar distinto y buscar así una mejor salida a los problemas compartidos. Lo pienso mientras escucho la constructiva comparecencia ante los medios de Fernando Clavijo tras asistir a la Conferencia de Presidentes. Parece de otro mundo. De uno mucho más civilizado, mucho menos confrontado. Como la tarde del viernes el Rey presidía en Gran Canaria un acto previo a la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, las responsabilidades institucionales obligaron a Clavijo a marcharse rápidamente de Barcelona. Sus compañeros le cedieron el turno inicial y al cabo de unos minutos fue el primer presidente que expuso en el jardín del Palau de Pedralbes cuál era su valoración de lo discutido en una reunión cuya función federalizadora, como ha ocurrido tantas veces desde su creación, ha vuelto a mixtificarse tanto por cálculos personales como por intereses partidistas. Dijo Clavijo que el plan de vivienda presentado por el Presidente Sánchez le parecía positivo y, a la vez, repitió cuáles habían sido sus propuestas.
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