
Hitler inicia su libro [Mein Kampf] celebrando su nacimiento en Braunau, pequeña localidad situada junto a la frontera entre Alemania y Austria, para él (en 1924) dos Estados alemanes que era imperativo unificar. Y la justificación que da no es económica, la fusión debería hacerse aunque fuese dañina desde el punto de vista económico, pues hay para ello razones de orden superior: “La comunidad de sangre exige la nacionalidad común. Mientras el pueblo alemán no pueda reunir a sus hijos bajo un mismo Estado, carecerá de todo derecho, moralmente justificado, para aspirar a acciones de política colonial. Mientras no habite dentro de los confines de la nación hasta el último alemán, mientras aquella no posea la certeza de que puede alimentar a todos sus ciudadanos, mientras su propio pueblo padezca necesidades, Alemania carecerá de derechos morales para adquirir la posesión de tierras en el extranjero. Entonces el arado se convertirá en espada y de las lágrimas de la guerra brotará para la posteridad el pan cotidiano”.
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