
Probablemente el sistema de mensajería más bestia de la historia sea el que empleaban los antiguos getas, “los tracios más valerosos y más justos”, según Heródoto, que estaban emparentados al parecer con los dacios, el pueblo que presentó tanta resistencia a los romanos en el siglo I. Cuenta el escritor y viajero griego en el libro IV de su Historia, llena de tantas cosas amenas (la forma de desollar los escitas a sus enemigos, el relato de cómo el rey Candaules convirtió en mirón de su mujer desnuda a su cortesano Giges, las costumbres sexuales de las amazonas), que los getas “cada cuatro años despachan en calidad de mensajero, para que se entreviste con [el dios] Salmoxis [Zalmoxis], a aquel miembro de su pueblo que en dicha ocasión resulte elegido por sorteo y le encargan lo que según el momento necesitan. Y he aquí como lo envían”, continúa el padre de la Historia, siempre tan interesado en lo morboso: “Los encargados de ese menester sostienen tres venablos, en tanto que otros cogen de las manos y de los pies al que va a ser enviado a entrevistarse con Salmoxis; y tras haberlo balanceado en el aire, lo echan sobre las picas. Si, como es lógico, muere al ser atravesado, consideran que la divinidad le es propicia; pero si no muere, llenan de denuestos al mensajero en cuestión, afirmando que es un ser malvado; y, tras sus denuestos a dicho sujeto, envían en su lugar a otra persona, dándole sus encargos mientras todavía se encuentra con vida” (Historia, edición de Gredos, 1979, traducción de Carlos Schrader).
Nuestra fuente:EL PAÍS América Colombia: el periódico global… en EL PAÍS Publicado para Colombia