En un día ha caído todo. Las razones, que ahora sabemos excusas, para mantener la idea de que todo era una gran conspiración se han desmoronado como un castillo de naipes. No eran unas personas aisladas, sino un grupo con visos de organización criminal. No eran unos abusos puntuales en unos momentos extraordinarios, como la compra de mascarillas en pandemia, sino todo apunta a un saqueo sistemático y sostenido en el tiempo de contrataciones de obra pública. No eran mordidas inocuas entre amigotes, sino que pudieron afectar a las relaciones con un régimen dictatorial como el de Venezuela. No eran unas corruptelas consecuencia de la borrachera de poder, sino que fue al revés: las corruptelas (en las primarias ya de 2014) precedieron a la toma de poder. Y no eran unos bulos de la “ultraderecha y la derecha” ni una operación de las cloacas del Estado, sino que la UCO, como siempre, ha hecho un trabajo serio y profesional —y que, por tanto, unas veces molesta a unos y otras a otros—.
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