
En el cierre de su alocución presidencial, tras el abominable y miserable atentado contra la vida de Miguel Uribe Turbay, el presidente Petro hizo un nuevo esfuerzo por parecer erudito y terminó inventándose una historia de Colombia que no es, pero eso sí la adobó con su respectiva dosis de división y odio, asuntos a los que últimamente le dedica la mayor parte de su mandato.
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