
Cuando hace un año la lluvia empapó con una magia inesperada el gran desfile fluvial olímpico, París se despertó de un letargo de decenios y conquistó el mundo. Qué orgullo sus Juegos. Qué resaca. Qué decepción después. Recortes presupuestarios. ¿El deporte? ¿La preparación de los mejores talentos? Un lujo. Se cierra el paréntesis. París vuelve a ser gris y monótona, pasto de turistas sin sensibilidad, y llueve en julio para recordar a César Vallejo siempre y para que los Campos Elíseos, sus adoquines sesentayochescos, qué pavés, qué proyectiles ocultando la playa, se conviertan en el Carrefour de l’Arbre de la París-Roubaix, y la última etapa de su cuarto Tour en una aventura que hace recuperar la adolescencia perdida a Tadej Pogacar, la adrenalina, el miedo a no ganar, la emoción, el goce. Es la París-Roubaix, es el Koppenberg del Tour de Flandes en una calle en cuesta, en curva, la rue Lepic en el corazón de un Montmartre en la que vivió pobre y desesperado Van Gogh, y bailarinas de cancán en el Moulin Rouge desdentadas.
Nuestra fuente:EL PAÍS América Colombia: el periódico global… en EL PAÍS Publicado para Colombia