
Lo dicen los abrigos guardados a medio doblar, las calles que huelen a protector solar y la cerveza que vuelve a costar un ojo de la cara si se pide con vistas. En Madrid, el calor convierte cualquier tejado en posibilidad, cualquier patio en una tregua. Ya es temporada de terrazas y hay días en que ni el mismísimo Tom Cruise podría conseguir una.
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