
No sé muy bien cómo lo hizo, si llevaba tiempo preparándose o ensayando. Si es una cosa que uno sabe de pequeño, si lo vio en las películas, si se lo enseñó su padre. No lo sé. Hablaba muy poco de su padre. Esa última mañana tembló fuerte de frío y mis hermanas supieron que el cuerpo no podía más. Me subí al coche y el atasco de la M-30 convirtió un viaje de 20 minutos en uno de 45. Pensé en por qué no había cogido el metro para ir a ver morir a mi padre. Por qué no cogí el metro para ir a ver morir a mi padre. Supongo que porque una siente que el tiempo es propio cuando parece que lo maneja, aunque jamás sea así del todo. Hice lo único que se puede hacer en estos casos: me hice católica durante 45 minutos y le pedí que me esperara.
Últimas noticias: la última hora de hoy en EL PAÍS