
Hace poco más de un mes, un concejal de la comuna de Las Condes, en Santiago de Chile, propuso la osada idea de ponerle el nombre de Augusto Pinochet a alguna calle o plaza de la comuna. Afortunadamente, a pesar del avance de la ultraderecha negacionista en nuestro país, su intento, al menos hasta ahora no prosperó. Preocupado por este intento de distorsionar el doloroso pasado de nuestro país con homenajes al dictador, inmediatamente presenté un proyecto de ley en la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile para que se prohíba en todo el país nombrar alguna calle, plaza, parque o espacio público con el nombre de quien lideró una de las dictaduras más sangrientas y crueles de Latinoamérica. ¿Cómo darle un honor así a un genocida? ¿Queremos ser un país que en pleno 2025 honre al líder de una asociación criminal, que elegantemente se autodenominaba Junta Nacional de Gobierno? ¿Qué valores queremos transmitirles a las nuevas generaciones?
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