
Ande o no ande, caballo grande. Entre quedarse cortos o pasarse, siempre mejore la desmesura épica que no visualiza el fin, apabullar al público y dejarlo agotado para así colmar sus expectativas. Son las ideas que rigen la actual gira de Guns N’ Roses, que hace un par de años visitaron Madrid y siete Barcelona. Y sí, parecen lapsos de tiempo razonables antes de que los fans vuelvan a tener apetito por verlos, ya que sin llegar a vender todas las entradas, hoy casi un desdoro cuando se agotan con un año de antelación, tres horas de show parecieron incluso excesivas para los propios seguidores. Un botón de muestra fue el final del único concierto que ofrecieron este lunes en España, en el Olímpico de Barcelona, donde el público permaneció sentado en sus localidades aplaudiendo con rutina, en un deslucido y anticlimático desenlace que sólo levantó cabeza con las dos últimas piezas, Nightrain y Paradise City. Nada que ver con la apoteosis de otros grandes espectáculos donde el griterío y la desmesura, esta de la asistencia, mandan. Por quererse mostrar abrumadores, Axl Rose, Slash y sus compañeros situaron la meta más allá de lo que la situación requería.
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