
No hay peor sensación en verano que entrar en el coche después de haberlo dejado al sol durante horas y darte cuenta de que el volante, los asientos y los cinturones de seguridad parecen una sartén hirviendo. Da igual si estás en la playa, saliendo del trabajo o simplemente aparcado en la calle sin sombra: el sol no perdona. Todos hemos sentido esa sensación de querer arrancar cuanto antes para que corra una brisa que alivie esa sensación tan desagradable, pero los segundos y minutos se hacen interminables mientras la temperatura del volante se reduce lo suficiente para poder tocarlo.
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