
Nieves Pérez, de 90 años, colgó el teléfono a una amiga antes de bajar del autobús en Madrid. Una vez fuera, fue a coger el móvil de nuevo para seguir hablando con la amiga. Pero ya no estaba en el bolso. “En la puerta había dos hombres estorbando y otro me lo debió robar”, dice Pérez. Era al mediodía y en un rato los ladrones empezaron a sacar dinero y hacer bizums con la app de su banco. Solo había un problema: en su móvil, Pérez no tenía ninguna app bancaria. “Mi madre apenas sabe usarlo, casi no tiene ninguna app”, dice Javier Padial, su hijo.