
El surfista sabe que jamás cogerá una ola de 30 metros o la ola que él imagina como perfecta. Por eso la busca. En Indonesia. En México. En Irlanda. En Islandia. En Alaska. El viaje, la persecución de la ola, es una excusa para mantener viva su odisea personal. De ahí que en muchas terminales se vea a jóvenes y no tan jóvenes cargando al hombro fundas y portatablas de surf. Son gente que frecuenta más aeropuertos que océanos. Las buenas olas aparecen en un puñado de litorales del mundo. Algunos de fácil acceso, como Nazaré, en la costa central de Portugal; como Mavericks, en la costa norte de California; y como Jaws, en Pe’ahi, en la costa norte de la isla hawaiana de Maui. Otros, en cambio, están en mitad del Pacífico, como Cortes Bank, a 160 millas de San Diego. Geografías propias de la Atlántida a las que se suele llegar combinando el avión, el barco y la moto de agua.
Nuestra fuente:Feed MRSS-S Noticias Publicado para Latino America