
Andrew Roberts (Tijuana, 1995) afirma que 2006 fue crucial como creador. Aunque era un niño, aquel año fue importante porque marcó la llegada de Felipe Calderón al poder y su ignominiosa guerra contra el narco, que significó un revolcón en México, con su familia, vecinos, su ciudad, marcadas por aquel estallido de violencia militar, pero también fue el año de irrupción de videojuegos violentos, películas de horror fabricadas como en cadena industrial por Hollywood y una música comercial que apelaba a cierta sensibilidad deprimente, emo, que la llamarían los jóvenes. Crecer en aquel contexto, sumergido durante horas en la computadora y videojuegos, lo llevó a cuestionarse cómo la industria cultural capitalista ayuda a someter a la gente y comprendió que era importante hackear al sistema.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición México: el periódico global en EL PAÍS Publicado para México