
Daniel Drucker (Montreal, 68 años) chapurrea castellano en la sede de la Fundación BBVA en Bilbao, donde va a comenzar una larga ronda de entrevistas propia de un Nobel. Está en la ciudad vasca para recibir el Premio Fronteras del Conocimiento y dice que solo sabe las palabras importantes en este idioma. “Un vino, una cerveza, un pincho”, bromea este endocrino canadiense, hijo de supervivientes del Holocausto y una de las pocas personas que pueden decir realmente que han cambiado el mundo.
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