
La respuesta no es sencilla, pero podemos empezar por un hecho innegable: los animales que terminan en nuestros platos son seres conscientes, capaces de sentir miedo, dolor y sufrimiento. Cuando ignoramos ese sufrimiento y lo reducimos a un producto en el supermercado, algo en nosotros cambia. Así, al considerarnos superiores al resto de los animales y posicionarnos desde una lógica de dominación, vamos perdiendo lentamente nuestra habilidad de tener compasión.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Chile: El periódico global en EL PAÍS Publicado para Chile