
Son las ocho y media de la tarde de un martes cualquiera. Después de tres horas en el parque, y tras retrasar los quehaceres del hogar hasta ese momento, se escucha un “papá, juega conmigo” desde el salón. Esa petición del niño es para una actividad más que habitual, ya sea jugar a las casitas, las carreras o la pelota. Un padre anónimo mira cansado a su pareja, que le anima a ir. Como pasa cada día. Pero para el menor es vital estar activo de manera lúdica.
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