
No parece excesivamente preocupado Carlos Alcaraz, en su burbuja siempre, tan permeable y tan entregado, y a la vez tan duro de cabeza. “Es murcianico”, dicen aquellos que le conocen, a los que no les sorprende en absoluto hasta donde ha llegado el tenista porque, intuían, tenía que ser así. “Es muy bueno”. Después del entrenamiento firma autógrafos en la pista 2 del complejo de Roland Garros como si fuera una jornada rutinaria más, ni rastro de tensión el día previo a la gran final de este domingo (15.00, Eurosport y DMAX). No se advierte nerviosismo alguno, sino por encima de todo satisfacción: está donde, cuando y como quería. Ahora bien, trabajo inacabado. Por delante, asoma Jannik Sinner.
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