
En el pequeño pueblo de Gatika (Bizkaia, 1.600 habitantes), varios jubilados observan atentamente unas obras. A simple vista, la escena parece cotidiana, como tantas que se repiten en otros puntos del país. En este caso, hay algo diferente, ya que los tres hombres visten petos amarillos y se hacen llamar Boluntak (voluntades, en euskera). No están ahí por curiosidad, sino para “vigilar que se haga el mínimo daño posible” en el avance de uno de los proyectos energéticos más ambiciosos de España y Francia: el inicio de la interconexión eléctrica entre Gatika y Cubnezais, en el país vecino. Será la primera conexión submarina de alta tensión entre ambos países.
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