Jadeando, Bad Bunny, vestido con un traje rosa claro y una pava, un sombrero tradicional puertorriqueño hecho de paja, observa en silencio desde el escenario mientras 18.000 fanáticos le aplauden. La ovación parece durar una eternidad hasta que la megaestrella boricua, que a estas alturas trasciende la etiqueta de reguetonero, reencuentra su voz y susurra al micrófono: “Gracias, gracias, gracias”. Acaba de concluir el primer fin de semana de su residencia artística en su isla natal de Puerto Rico, una serie de 30 conciertos en los que no solo celebra la rica cultura de la pequeña isla caribeña, sino que también denuncia la realidad sociopolítica que atraviesan sus residentes, asediados por la gentrificación y la corrupción, entre otros muchos males.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Chile: El periódico global en EL PAÍS Publicado para Chile