Se recordará. Y no sólo lo harán las jovencitas que en su mayoría llenaron el Palau Sant Jordi de Barcelona en el primero de los dos únicos conciertos que Billie Eilish ofreció en España. Ellas lo harán, entre otras cosas, porque Billie las representa y canta sobre los problemas que ellas mismas tienen, la insatisfacción, la inseguridad, las aspiraciones, la fragilidad, los miedos o el desasosiego, y además lo hace no desde el púlpito de las estrellas, sino con la naturalidad de una joven de 23 años que no parece en lo sustancial distinta a sus amigas. Ropa deportiva amplia que no se cambió, pantalones de baloncesto, abalorios, una gorra que iba y venía, cabello largo recogido en una trenza y carreras de punta a cabo del escenario que mostraban alegría y dinamismo juvenil. Al mismo tiempo, seguridad para dejarse ver sin por ello hacerse la diva, quieta en escena, sonriendo y recibiendo aplausos y una voz dúctil, con profundidad dramática y acariciante mediante el susurro. Fue el suyo un concierto soberbio que mostró los claroscuros de la vida.
Nuestra fuente:Cultura en EL PAÍS Publicado para Latino America