Conviene recordar hoy que, entre los años ochenta y los noventa, U2 era probablemente la banda de rock más grande del mundo. La que movía multitudes y montajes mastodónticos en giras interminables, la que sorprendía con algunos giros en su planteamiento musical y escénico. El mejor momento del grupo irlandés queda muy atrás, y ellos han seguido activos con regularidad (su última gira es de 2019, nadie dijo que fuera la última) sin el mismo impacto. Asegura Bono que U2 nunca tuvo un líder, que lo eran los cuatro, pero lo cierto es que el público siempre lo vio a él como tal. No solo por ser el frontman, sino por su ubicua presencia para apoyar múltiples causas humanitarias, del hambre al sida pasando por la guerra en Bosnia y la deuda del Sur Global. Se le veía reunirse con Bush o con Blair, dar discursos en el Foro de Davos, en el Congreso de EE UU o en el del Partido Popular Europeo. A muchos un personaje tan mediático les acabó resultado cargante, demasiado intenso: ya está Bono soltando el sermón. Él tiene algo que responder a eso.
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