
Para acceder al chute era necesario esperar en la puerta a que se desactivaran todas las medidas de seguridad. Era un auténtico búnker con siete puertas acorazadas y un trasiego constante. Ese edificio era la base de operaciones de una organización criminal compuesta por 20 personas que acaba de caer en la Cañada Real, en el corazón del mayor asentamiento ilegal de toda Europa. Los miembros de la trama tenían tal organización que contaban con horarios establecidos, turnos, libranzas y cobraban comisiones en género.
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