
El gran escritor de Montreal Mordecai Richler definió Canadá por boca de su alter ego Barney Panofsky, tan odioso y tan tierno, como “un país de locos, insufriblemente rico y gober nado por idiotas, cuyos problemas, creados por ellos mismos, ofrecen un alivio cómico a los males del mundo real”. Es tentador imaginar cómo se habría tomado Richler —que también, o sobre todo, era un fenomenal polemista— los males, estos sí, reales que el tragicómico regreso a la Casa Blanca de Donald Trump ha traído a su país, con sus amenazas arancelarias, los insultos al primer ministro y sus ataques a la soberanía de Canadá. Llevar la contraria era el deporte favorito del escritor, pero seguramente hasta él, que murió en 2001, habría estado de acuerdo con esa abrumadora mayoría de sus compatriotas que no quiere saber nada de convertirse en el Estado número 51 de Estados Unidos.
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