
Cecilia Vicuña (Santiago de Chile, 78 años) creía que iba a morir siendo una artista desconocida. Durante los tres años que pasó en Londres —donde se encontraba cuando estalló la dictadura de Pinochet, que la convirtió en una exiliada— o los cinco que vivió en Bogotá, su trabajo artístico pasó desapercibido. Por entonces había empezado a crear palabrarmas (juegos poéticos que despedazan las palabras convirtiéndolas en armas simbólicas), las basuritas (pequeñas esculturas hechas con objetos encontrados en la calle) y el arte precario (esculturas efímeras construidas con palos, hojas y piedras). A los cuatro días de llegar a Nueva York, en 1980 —invitada a hacer una performance— se enamoró de un artista, que después se convertiría en su marido. Así que Vicuña se instaló en la gran manzana por amor, y a día de hoy, ahí sigue viviendo.
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