
El estado de ánimo del Partido Popular avanzada la legislatura de Sánchez es del todo parecido al estado de ánimo del Partido Popular en el último trienio de González o en los minutos de la basura de Zapatero tras los recortes de 2010: la ansiedad por una victoria que tarda en materializarse. Pero si la ansiedad es la misma, las adversidades ahora son mayores. Aznar y Rajoy tuvieron tres intentos; Feijóo tiene dos para asegurarse la Moncloa. Con Aznar había un partido que estrenaba un proyecto ideológico netamente contemporáneo y con Rajoy había un partido fiado aún a su fama de fiabilidad en lo económico. Con Feijóo la época ha sido menos grata. La reputación gestora del PP no está -Mazón- en sus momentos más altos. Los tiempos de tensionamientos ideológicos someten a presión -muchas veces autoinducida- a un partido de vocación acogedora y ecléctica, que se pregunta con angustia o quizá se boicotea a sí mismo al preguntarse en qué cree. Esta presión también la acusa un Feijóo más cómodo en las grandes intuiciones -España, libertad, Constitución, autonomías- que en el mundo de las ideas, partidario de una tecnocracia de cariz benevolente frente a programas políticos de transformación social.
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