
La bruma no levanta. El paisaje es una acuarela impresionista. El ferry de Staten Island una mancha naranja y bocinazos. Una tormenta eléctrica ha tomado al asalto la bahía del Hudson que cierra por el sur el puente de Verrazzano, entre Staten Island y Brooklyn. Justo el trapecio en el que se traza el campo de regatas del Gran Premio de SailGP, la Fórmula 1 del mar. Las pruebas se han adelantado dos horas, lo que asume como algo natural Diego Botín, el conductor del F50 de Los Gallos, uno de los 12 catamaranes de 15 metros con foils hidráulicos que los elevan sobre el agua y compiten a 80 km/h por la victoria final. Bajo un diluvio, España termina la primera jornada en primera posición (una victoria, un cuarto y un tercer puesto en las tres carreras), con 25 puntos. Segunda, Dinamarca (20) y tercera Nueva Zelanda (19). “Anuncian tormenta eléctrica”, explica la víspera Botín, madrileño y santanderino de 31 años que flota en la cresta de la ola de la vela mundial después de un 2024 perfecto: campeón olímpico de 49er en Marsella junto a su compañero Flo Trittel, campeón de SailGP con Los Gallos y elegido regatista del año por la federación internacional de vela. “Es muy peligroso navegar con los F50 cuando hay tormenta eléctrica. El ala de carbono atrae la electricidad, nos convierte en pararrayos móviles. Y si un rayo nos fríe es una catástrofe en un barco como estos, tan complejos, con tantos sistemas electrónicos integrados, aparte del peligro para nuestra integridad física”.
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