En lo alto de una colina de la provincia ucrania de Donetsk yacen siete soldados rusos. Tres están calcinados y cuatro están en descomposición. Los gusanos salen de las cavidades del cráneo, las moscas los cubren por completo. El olor a podrido es irrespirable, pero el viento consigue llevárselo hacia los campos que se extienden desde el montículo. Oleksi Yukov, militar y exhumador de cadáveres, está satisfecho porque entre las cenizas de uno de los cuerpos hay fragmentos de la columna vertebral, donde puede extraerse ADN. En otro hay un collar que también puede servir para que la familia lo identifique.
Nuestra fuente:Internacional en EL PAÍS