
Frente al lugar donde hace poco más de una semana la sangre de dos hombres fornidos regaba las baldosas, dos matrimonios de jubilados (los únicos españoles a la vista) saborean un espeto, tres cañas y un Verdejo. Las letras del bar irlandés, el Monaghan’s, en pleno paseo marítimo de Fuengirola (Málaga), ya no existen. Como si haberle quitado el nombre al local donde se cometió uno de los crímenes más escandalosos de la Costa del Sol este año, borrara de una vez lo que pasó ahí dentro. Familias que arrastran sillas de playa pasan por su puerta y no se detienen. A un lado corre la cerveza y las sardinas, algunas botellas de champán con bengalas para celebrar cumpleaños en inglés, happy hour, cigarros mentolados, los camareros abrazan a las clientas, rugen los deportivos, suena rock, se cocinan al sol decenas de turistas sin necesidad de que haya llegado aún el verano. “Esto no es Marbella. Aquí no pasan esas cosas”, zanja un hostelero que pide que su nombre no aparezca. Como si las balas conocieran de fronteras comarcales, como si el sicario que mató a dos hombres con las terrazas a rebosar un sábado por la noche hubiera sido un espejismo. Como si en la joya del turismo español quedara algún rincón a salvo de la violencia del narcotráfico.
Nuestra fuente:EL PAÍS América Colombia: el periódico global… en EL PAÍS Publicado para Colombia