
Lo dijo Steve Bannon: no puede haber dos Rey Sol brillando en la misma constelación mediática, uno debe eclipsar al otro. Por eso la ruptura entre Trump y Musk no es un simple desencuentro entre dos egos desbordados sino una metáfora de la lucha por el liderazgo del nuevo orden reaccionario mundial. Hasta ahora habían representado una extraña simbiosis. El primero como tribuno del resentimiento blanco, el enemigo declarado del “progresismo institucional”; el segundo como icono del capitalismo disruptivo, transformando su figura de empresario visionario en referente mediático de la tecnopolítica libertaria, ajena a toda regulación.
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