
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, hizo creer el jueves que se iba de vacaciones con su familia al norte del país como prólogo de la boda de su hijo. En realidad, era una tapadera, una maniobra de distracción para, en medio de rumores sobre un posible ataque, hacer creer al régimen iraní que no iban a lanzar una ofensiva inminente. Pero, a primera hora de la madrugada del viernes, Israel destapó la caja de los truenos y, empleando todo el poder de su fuerza aérea ―más de 200 aviones de combate―, lanzó unos bombardeos nunca vistos contra el que considera su principal enemigo. Este, pese a los daños sufridos, respondió en la noche del viernes con dos oleadas de misiles sobre diferentes regiones del Estado judío causando al menos tres muertos y decenas de heridos y dejando la puerta abierta a un agravamiento del conflicto que eleva aún más la tensión en todo Oriente Próximo.
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