
Mientras lo estuvimos llamando “Veronés”, era un pintor —uno de los grandes, desde luego— aunque algo difuminado entre las otras personalidades, más estridentes y ruidosas, de Tiziano o de Tintoretto, cuyas siluetas de recortaban con más nitidez al contraluz de aquella época, ya de por sí una cima histórica. Con esta magnífica exposición dedicada ahora a Paolo Veronese (1528-1588) concluye el recorrido de casi 20 años (los Basanno, Tiziano, Tintoretto…) con el que el Museo del Prado ha descrito la línea troncal de la colección veneciana de los Austrias que anima su propia identidad de museo y, de paso, la genealogía más ilustre de la pintura española.
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