Las catástrofes naturales dejan tras de sí un gigantesco rastro de destrucción y pérdida de vidas humanas. Pasados unos días, además, el impacto sobre la población puede multiplicarse por las epidemias y la limitación de los sistemas sanitarios al dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Con 227 fallecidos y unos enormes daños materiales, la dana que asoló Valencia el pasado 29 de octubre ilustra bien las consecuencias del primer golpe que infringen estos fenómenos. El segundo, afortunadamente, no llegó a producirse gracias a la fortaleza de unos hospitales y centros de salud que, a pesar de las grandes dificultades iniciales, pudieron mantener en gran medida su actividad asistencial.
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