
Se supone que los políticos leen las encuestas con más atención que cualquiera de nosotros. Parece, sin embargo, que solo les interesa de ellas su posición relativa respecto de las de sus contrarios. De lo que no se enteran —o no quieren enterarse— es de lo que la mayoría de la población piensa de su profesión, de qué tan bajo ha caído la confianza en la política, ya se trate de la que practica el Gobierno como la oposición. Miren las encuestas, los datos de desconfianza hacia la política institucional lo reflejan con una crudeza espectacular. No se trata de rellenar de porcentajes esta columna, pero, créame, recuperar la fe en la política se ha convertido en la necesidad más acuciante para la supervivencia y el mejoramiento de los sistemas democráticos. Aquí y en otros lugares.
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