
La idea fermenta desde hace años en Francia de manera soterrada, pero el martes por la tarde se produjo una explosión pública. El primer ministro, François Bayrou, compareció para presentar un histórico plan de recortes, unos 43.800 millones de euros durante 2026, y ponía ante el espejo a Francia y la realidad de sus achaques económicos y financieros, con una deuda de más de 3,3 billones de euros. Y que no para de crecer, convertida ya en el 114% del producto interior bruto. Bayrou advirtió de que Francia deberá gastar mucho menos y, sobre todo, que muchos de los paradigmas de su legendaria protección social, dejarían de ser una prioridad. Habrá recortes en sanidad, educación, en desempleo e, incluso, en el calendario de jornadas festivas. Se perderá un puesto de funcionario de cada tres jubilaciones en los próximos años. Hay que trabajar más y por menos. Subir impuestos. El problema es que hace 30 años que el sistema al que, de algún modo, se refería Bayrou, hace aguas y la desigualdad no ha parado de crecer.
Nuestra fuente:Internacional en EL PAÍS