Como si fuera una fatalidad que todos sus protagonistas esperaban, tanto Israel como Irán llevaban años preparándose para el ataque que el viernes de madrugada golpeó en el país persa objetivos militares, sitios nucleares e incluso edificios residenciales civiles en Teherán. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no tardó en anunciar uno de sus principales blancos: “La principal instalación de enriquecimiento de uranio iraní en Natanz”, 225 kilómetros al sur de Teherán, seguramente uno de los lugares más custodiados del país, situado en Isfahán, la provincia que se considera el corazón del programa nuclear iraní, que Israel quiere destruir. Ese objetivo es, sin embargo, de difícil cumplimiento. Al menos sin el apoyo militar a este ataque que Estados Unidos, por ahora, no ha dado.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Argentina: el periódico global en EL PAÍS Publicado para Argentina