Richard Wagner fue un recalcitrante antisemita. Lo comprobamos en las terribles insinuaciones sobre la raza judía que plantea en sus cartas a Luis II de Baviera o en los insultantes chistes antihebreos que recoge su esposa Cósima en sus diarios. Pero también queda claro para cualquiera que se asome a las páginas de su panfleto El judaísmo en la música (Hermida Editores), que publicó primero con seudónimo en 1850. Por entonces estaba inmerso en la redacción del libreto de El anillo del nibelungo, después de tener que abandonar Dresde por sus ideas políticas para exiliarse en Zúrich. “Pero Wagner no solo fue antisemita en sus escritos, sino también en su música”, explicaba el pasado fin de semana Kai Hinrich Müller a EL PAÍS en las oficinas del festival Dresdner Musikfestspiele.
Nuestra fuente:Cultura en EL PAÍS Publicado para Latino America