
Desde el Sputnik en la década de 1950 hasta el bum de la electrónica en Japón en la década de 1980, los estadounidenses muchas veces han temido perder su ventaja tecnológica frente a rivales. En todas las ocasiones, sin embargo, Estados Unidos ha respondido redoblando sus fuerzas —atrayendo talento global, invirtiendo en investigación de vanguardia, implementando la ley de competencia— y, en última instancia, ha salido fortalecido. Hoy, en cambio, la amenaza más grave para el liderazgo tecnológico de Estados Unidos no es otro Sputnik o Sony, es la erosión interna de las ventajas fundamentales. Las políticas del presidente Donald Trump casi parecen diseñadas para desmantelar los pilares mismos de la innovación estadounidense.
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