
La Conferencia de Presidentes celebrada el viernes en Barcelona se ha convertido en una demostración de la debilidad del PP, justo lo contrario de lo que pretendía Alberto Núñez Feijóo. En su estrategia de asfixia política del PSOE, el primer objetivo era que la conferencia fracasara. Primero planteó un pulso al Gobierno obligándole a modificar el orden del día y, si aceptaba, incluir tantos temas y tan diferentes que resultara inoperante. Así fue. Se trataba de demostrar, una vez más, que Sánchez no tiene capacidad para sacar adelante sus propuestas. Y todo eso debía rematarse con un golpe de efecto: la petición a Sánchez de que convoque elecciones por parte de un buen número de presidentes del PP, lo que debía asegurar los titulares de ayer y alimentar la manifestación de hoy.
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