
Con la manifestación contra “la mafia y su capo” del próximo domingo, el PP se incorpora ya definitivamente a la oleada reaccionaria que está absorbiendo a gran parte de las derechas liberales europeas. Cada día hay una noticia nueva en esta dirección: la última viene de Polonia, donde la extrema derecha ha conservado la presidencia de la República, con un candidato aún más ultra. Y ahora el PP, con el grotesco ejercicio de demonización del PSOE en el que busca su salvación, abre pista a la alianza con Vox, sin querer darse cuenta de que con estos movimientos de aproximación y reconocimiento, lo que va a conseguir es reforzar a Santiago Abascal y los suyos, que le ganan en capacidad de seducción y descaro. El PP da ya por descontado que para gobernar necesitara la ayuda de Vox, con el riesgo de parte del electorado en la zona intermedia entre las dos derechas acabe prefiriendo el original a la copia. O, por lo menos, en esto confía Abascal ahora mismo. Lo que es indudable es que el PP anda perdido desde que, contra todas sus previsiones, Sánchez tumbó a Rajoy con la moción de censura, y han pasado ya siete años. La derecha no encuentra la tecla adecuada. Y Sánchez resiste más de lo que muchos habían imaginado.
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