
De repente, con Carlos Alcaraz me sucede como con las grandes películas de los setenta y ochenta. Mi padre era actor de doblaje, y cedía su voz a todos los tipos duros de Hollywood (Humphrey Bogart, Robert Mitchum, Gene Hackman, George C. Scott, Sean Connery…). Como yo, tenía muy oídas en casa las voces de sus colegas y amigos, no tenía otra opción que ver las películas en versión original subtituladas para que el doblaje de una voz de clase A en un camarero anodino, no me señalase por adelantado que ese presunto extra iba a ser en realidad el asesino coprotagonista que me arruinaba la historia.
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