
Es Francia, es calor de verano, es Vingegaard atacando y Pogacar respondiendo, es los dos esprintando al final de un repecho, primero y segundo, como llevan haciéndolo en los veranos franceses desde hace cuatro años, y tras ellos Van der Poel y Evenepoel, y no es el Tour. Son campeones con hormigas en las piernas, y apremio casi urgencia en sus cabezas, que roban a los sprinters la primera etapa de la Dauphiné, casi llana por los bosques de robles del Allier y las cuestecitas en las que se hizo Alaphilippe, para organizar su show, tan vistoso. Queda un mes para el Tour, pero todos necesitan ver cómo están ellos, ver cómo están los demás. Experimentar. Lanzar una piedra al estanque y ver hasta dónde llegan las ondas.
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