Marie y Colin Mills aceptan de buen grado que un equipo de arqueólogos y forenses haya comenzado a excavar en la explanada adyacente a su casa, en busca de los restos de casi 800 bebés; 796, para ser exactos. Son los niños perdidos de Tuam, que se han convertido en el símbolo del pasado incómodo y cruel de Irlanda, y de la losa de vergüenza ―pecado, se llamaba entonces― que la Iglesia católica puso sobre las espaldas de miles de mujeres pobres y solteras.
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