
Un sólido patrón de referencia de la barbarie humana es la bomba atómica de Nagasaki. No la de Hiroshima, no, la de Nagasaki. Porque fue tres días después de la otra. La primera fue el 6 de agosto de 1945, y la segunda, el 9 de agosto. Es decir, después de ver lo que había hecho la primera decidieron soltar de todos modos la segunda. Por eso es mucho peor, y por eso supongo que se habla mucho menos de ella. El copiloto del Enola Gay, el avión que lanzó la bomba en Hiroshima, dijo al ver la explosión: “Dios mío, ¿qué hemos hecho?”. Pero en ese momento no hubo un “nunca más”, la conciencia de que no podía repetirse. Se repitió. Es más, la segunda bomba era mucho más grande (si ven las fotos parece de cómic). La orden la dio un presidente demócrata, Harry Truman, que además era afiliado a la masonería, cuyo modelo es el buen albañil, por lo que en teoría no debía dedicarse a destruir millones de edificios. Si uno se pregunta por qué, tras Hiroshima, se hizo lo mismo la respuesta es simple: porque Japón no se había rendido después de la primera bomba.
Nuestra fuente:Feed MRSS-S Noticias Publicado para Latino America