
Cuando la palabra paliativos entra en una casa, todo parece derrumbarse. Lo sintió así Montse después de que su hija Andrea, que había nacido con una hipoxia que le causó una parálisis cerebral, sufriera una fuerte crisis hace dos años y medio. “Te dicen que puede fallecer y se te ponen los pelos de punta”, cuenta. Con el tiempo, una vez asimilada esta posibilidad, con un equipo con pediatras, enfermeras, psicólogas y trabajadoras sociales a su disposición las 24 horas del día, todo mejora: “Fue un cambio total. Yo dije: ‘Jolín, ¿y esta gente por qué no ha aparecido antes en mi vida?“.
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