
Durante años, su trabajo fue grabar, subir historias a redes sociales y recomendar locales. Crearon necesidades de la nada, generaron colas interminables, llenaron cafeterías y restaurantes sin parar. Hace no mucho, llegó la pregunta inevitable: si podían volver virales otros cafés, ¿por qué no el suyo propio? Este es el origen de proyectos como Fomo en Zaragoza, Ccoffee en Córdoba y Maison Matcha, Casto o Always Open, en Madrid. No se trata solo de abrir un local bonito para Instagram: la idea es convertir la comunidad digital en clientela fiel y levantar un refugio propio en un mundo gobernado por algoritmos. Pero abrir un local no garantiza el éxito: el salto de lo digital a lo físico obliga a sostener con trabajo lo que da la visibilidad.
Nuestra fuente:Feed MRSS-S Noticias Publicado para Latino America