
Al principio creí que se avergonzaban por haber sido cazados disfrutando en un concierto de Coldplay. Su bochorno era del todo comprensible. A poco que les preocupase su reputación como gente de buen gusto y criterio musical, retratarse al solaz de ese pop ñoño ―el equivalente melódico de una paella con chorizo y una sangría de bote— era un golpe bajísimo. A ver con qué cara le iban a hablar de música a nadie. Acababan de perder toda autoridad. A partir de entonces, si les pedían a sus hijos que quitasen el reguetón, estos les contestarían: tú cállate, que todo el mundo sabe que te chifla Coldplay; leccioncitas, las justas.
Nuestra fuente:EL PAÍS América Colombia: el periódico global… en EL PAÍS Publicado para Colombia