
La semana tiene nombre propio: Builder.ia. Se trata de una start up británica que llamó la atención de medio mundo con una premisa tan seductora que parecía irreal. Según decían, la empresa permitía desarrollar aplicaciones de forma automatizada y sin ningún tipo de intervención humana. Llegó a estar valorada en más de 1.500 millones de dólares y la estrella de la marca era Natasha, una inteligencia artificial (IA) que, en teoría, podía diseñar y codificar aplicaciones siguiendo solamente las peticiones de los usuarios. “Tan fácil como pedir una pizza”, era la ingeniosa frase con la que se publicitaba. Resultó que todo era una farsa, de la que se han hecho eco desde hace días medios como Bloomberg o CNBC.
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